13 octubre, 2025

Entre corrupción y complicidades en Morena: las lealtades y la sombra del caudillo

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Gabriel A. Corral Velázquez

A casi un año de gestión de Claudia Sheimbaum al frente del ejecutivo federal, es evidente que algo no termina de consolidarse en la administración federal. Los recientes escándalos de corrupción en la Marina, el desastroso (para algunos) y poco austero verano que pasaron algunos miembros de la clase política hace ver indispensable analizar qué sucede en la cúpula del Partido gobernante que se ve desarticulado y que, si bien, aún mantiene amplios márgenes de apoyo en el electorado, no parece mantener los equilibrios que sí tenía hasta hace un año. En el discurso por un lado se lee a la presidenta llamando al orden a los suyos, de manera constante haciendo eco de las frases de austeridad y recuperando los dichos que se articulaban en torno a la figura de López Obrador y por el otro vemos las disputas en las cámaras legislativas con las agendas propias, políticas y personales, de Ricardo Monreal, Adán Augusto López y, hasta hace unas semanas, la de Gerardo Fernández Noroña.

¿Qué nos dice la historia en estos casos? Los movimientos políticos que se configuran en torno a un caudillo, tarde o temprano, terminan desmembrándose. No quiere decir que esto suceda actualmente en Morena, aún se ve lejos que esto pase. Lo que sí se observa es el surgimiento de diferentes Morenas dentro de Morena. Por un lado, vemos a los ortodoxos, que se mantienen a pie juntillas cerca de la figura de la presidenta, Por otro lado, vemos a los incómodos que con alma “fifí” dieron la vuelta a la austeridad republicana y han dado rienda suelta a los lujos y a los excesos. En otro sector, se encuentran los moderados que buscan hacer política dentro de los márgenes que deja un movimiento con tintes autoritariosT también están los advenedizos que aprovechándose del arrastre electoral de Morena, buscan escalar en posiciones de poder y privilegios. Todos ellos, valiéndose del discurso que encuadra al pueblo como figura central de las políticas públicas que han surgido en estos años bajo el amparo lopezobradorista, ven la oportunidad de mantenerse en la administración pública por los próximos años.

Sin embargo, de unos menses a la fecha parece que se le ha dado un golpe al avispero y los escándalos han venido en cascada. Los dos más graves son el que involucra a la Secretaría de Marina y el relacionado con el Secretario de Seguridad Pública de Tabasco en el periodo de Adán Augusto López, hoy senador y, entre 2021 y 2023 Secretario de Gobernación.

No se trata de hacer leña del árbol caído, sino de enfatizar que hoy en día, si bien, no hay partido que pueda hacer frente a Morena y su enorme red clientelar, es preciso observar con claridad Si hay directriz en la cúpula del llamado Partido – Movimiento que encabeza el gobierno. Los recientes escándalos son golpes severos a la narrativa que los ha hecho crecer de manera exponencial en un periodo de diez años y que, si bien aún no se reciente en el ánimo del electorado, llegará el momento en que sea insostenible en la medida que avancen las redes de corrupción.

Es claro que el discurso dará aire al gobierno durante las siguientes semanas, no obstante, veremos hasta dónde llegan las complicidades y cuáles son las lealtades que sostienen los andamios del partido en el gobierno. Los escándalos son mayúsculos, pensando en que son producto de la contradicción entre el decir y el hacer. Las cantidades que se manejan por contrabando de combustible son exorbitantes, la corrupción, el narcotráfico y  el tráfico de influencias, se convierten en noticia de cada día.

La fragilidad de la narrativa se hará visible en la medida en que los casos de corrupción se articulan como parte de un entramado estructural, no como anomalías aisladas. Tal como la historia política de México ha mostrado en distintos momentos, desde el debilitamiento del priismo hasta las fracturas internas del perredismo en los años posteriores. Los movimientos cimentados en liderazgos carismáticos enfrentan tensiones que, tarde o temprano, cuestionan su capacidad de cohesión. La diferencia en el caso de Morena radica en que, mientras mantiene un amplio respaldo popular, las disputas internas se incuban en un escenario de control institucional sin contrapesos claros.

Al mismo tiempo, se observa que el discurso presidencial intenta sostener la legitimidad mediante un recurso a la moralización de la política, siguiendo la estela del lopezobradorismo. Sin embargo, la reiteración constante de llamados a la austeridad, a la disciplina y a la lealtad al proyecto revela tanto la fuerza simbólica de esa herencia como su desgaste frente a las prácticas concretas de una clase política heterogénea. El dilema, por tanto, no es solamente de gobernabilidad, sino de credibilidad: la distancia entre el relato y los hechos abre un campo fértil para la erosión de la confianza ciudadana, incluso en un contexto en el que la oposición carece de fuerza suficiente para capitalizar el descontento.

Finalmente, lo que está en juego no es únicamente el futuro inmediato de la administración federal, sino la capacidad del sistema político mexicano de reconfigurarse frente a las contradicciones del propio Morena que fluctúa entre el discurso transformador y las prácticas tradicionales del poder en México. Morena, como partido se enfrenta al desafío de convertirse en una organización institucionalizada capaz de trascender la figura del caudillo fundador o, en su defecto, reproducir las dinámicas de fragmentación y patrimonialismo que han marcado la historia política del país. En esa encrucijada se definirá no solo la continuidad del proyecto político actual, sino también los márgenes de estabilidad y riesgo democrático en los próximos años.

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